La República Centroafricana es un país que no suele llamar la
atención mediática. Sin embargo, el país está en crisis desde que
radicales islamistas derrocaran al presidente François Bozizé en marzo
de este año.
De acuerdo con el informe oficial de la ONU y el Consejo de
Seguridad, es, literalmente, “un país sin ley” En el centro del
conflicto se disputa por el poder de la nación de 4,6 millones de
habitantes.
En general, las noticias sobre el conflicto divulgadas por la prensa
hablan de un aspecto étnico. Sin embargo, el embajador de Francia ante
la ONU, Gerard Araud, ha denunciado a la comisión de la ONU sobre
derechos humanos: “Crece cada día la violencia en el país. Musulmanes,
cristianos e iglesias son atacados y masacrados. Ahora, están surgiendo
milicias cristianas preparadas con armas para hacerle frente a los
musulmanes”.
Oficialmente, la ex colonia francesa tiene un 66% de cristianos y 17%
musulmanes. Incluso la minoría, los islamistas quieren imponer la sharia
por lo que conflicto político se ha convertido en una verdadera guerra
religiosa.
En la ciudad de Bossangoa, lugar natal del ex presidente, miles de
cristianos han huido de sus hogares después de los ataques de rebeldes
yihadistas. Más de mil de ellos se refugiaron en la misión católica en
el centro de la ciudad, por temor a ser asesinados, pero muchos vieron
como sus casas fueron invadidas y quemadas.
El líder cristiano, Juan José Aguirre, explica que los cristianos
organizaron una marcha para protestar contra los abusos cometidos por
los combatientes musulmanes que invadieron la ciudad. “No les gustó,
trajeron sus armas y querían impedir la marcha. La situación se
deterioró a partir de ahí, todo empezó. Todos los que murieron eran de
nuestra comunidad cristiana”, dijo. “Estamos abrumados, miles de
hombres, mujeres y niños solicitan refugio”.
Todavía no ha sido divulgado el número oficial de muertos tras este
conflicto. Pero según la ONU, hay cerca de 35.000 refugiados cristianos
hasta el momento, las ciudades y pueblos enteros están desiertos. Muchos
misioneros extranjeros abandonaron el país a petición de las embajadas
que no podían garantizar su seguridad.
Los grupos de derechos humanos acusan a los rebeldes de saqueo,
asesinato, violación y el secuestro de niños para convertirlos en
soldados. John Ging, jefe de las operaciones humanitarias de la ONU,
describe la situación como “caótica”. “La magnitud del sufrimiento es
uno de los peores del mundo, cada vez peor. Es un polvorín que podría
convertirse en algo muy, muy grande y muy, muy mal”, ha lamentado.
De manera similar a lo que ocurre en otros países africanos, como
Egipto, Sudán, Tanzania, Etiopía, Somalia y Kenia, los ataques contra
los cristianos se han intensificado. Por lo tanto, el Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas decidió intervenir, enviando 250
soldados para proteger a los trabajadores de las Naciones Unidas en la
República Centroafricana.
Desde el golpe de Estado, el mando del país está en manos de Michel
Djotodia, quien invitó a los rebeldes a unirse al ejército nacional.