Levántate y ve a Nínive

 

En el día de hoy vamos a estudiar un acontecimiento bíblico que muchos encuentran un poco difícil de creer; esto es, todos aquellos que no conocen a Dios o los que han perdido su fe. Digo esto porque como todos nosotros sabemos, para Dios no existe algo imposible. Hoy vamos a estudiar lo que aconteció con Jonás con el propósito de descubrir cómo se aplica la lección que Jonás tuvo que aprender a nuestra vida. Pasemos ahora al libro de Jonás. El libro de Jonás contiene cuatro capítulos, pero debido a que el tiempo que compartimos es limitado no lo estaremos leyendo en su totalidad, sino que usaremos los versículos claves encontrados en él, los cuales nos revelaran el mensaje que Dios tiene para nosotros en el día de hoy. Pero antes de proceder debemos conocer quien fue Jonás, y cuál fue el propósito de Dios con lo que aconteció en este instante.

Jonás fue uno de los doce profetas menores encontrados en la Biblia. Ahora bien, cuando digo que fue uno de los doce profetas menores no estoy diciendo que él fue menos importante que ninguno de los otros profetas. Los profetas son divididos en la Biblia en dos grupos: Profetas Menores y Profetas Mayores; esta división es basada en el tamaño del libro y no en la importancia del profeta o de la profecía. Fíjense si esto es así que cuando los escribas y los fariseos le pidieron al Señor una señal que probara Su identidad, el Señor les respondió como encontramos en Mateo 12:39-40 cuando leemos: “…El respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. 40Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches…”

Ahora debemos hacernos dos preguntas: ¿quién fue Jonás?, y ¿cuál fue el propósito de Dios con Jonás? Jonás es mencionado como un profeta en la Biblia por primera vez en 2 de Reyes 14:23-29, donde encontramos una descripción del reinado de Jeroboam II, quien fue uno de los reyes malvados de Israel. Así que Jonás fue el profeta que Dios uso para predicar el arrepentimiento en Nínive, y dicha ciudad era la capital del imperio Asirio. ¿Cuál fue el propósito de Dios con Jonás? El propósito de Dios con Jonás fue revelarle al pueblo gentil Su amor y plan de salvación. En otras palabras, que la salvación no estaba restringida a una raza, cultura, o cualquier otra barrera. Y este es el mismo concepto que encontramos luego en el Nuevo Testamento en Romanos 10:12-13 cuando leemos: “…Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; 13porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo…” Dile a la persona que tienes a tu lado: la salvación esta al alcance de todos. Manteniendo estos breves detalles en mente continuemos ahora con nuestro estudio de hoy.

En Jonás 1:1-3 encontramos el llamado de Jonás. La Palabra de Dios nos dice así: “Vino palabra de Jehová a Jonás hijo de Amitai, diciendo: 2Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí. 3Y Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis, y descendió a Jope, y halló una nave que partía para Tarsis; y pagando su pasaje, entró en ella para irse con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Jehová…” Cuando leemos esto sin prestar mucha atención o tomar el tiempo de examinar los detalles, lo único que vemos es que Dios llamo a Jonás a predicar el arrepentimiento a una gran ciudad; sin embargo, cuando examinamos los acontecimientos históricos, pronto descubrimos que lo que Dios estaba pidiendo de este hombre era mucho más de esto. Digo esto porque como ya hemos establecido, la ciudad de Nínive era la capital del imperio Asirio, y este era un imperio grande y pervertido, y era muy temido por el pueblo Judío debido a las atrocidades que había cometido. Esto significa que desde su niñez, Jonás había sido enseñado a odiar a los asirios y su autoridad. Él les odiaba de tal manera que él no quería que recibieran la gracia de Dios, y es por eso mismo que cuando fue llamado el rehusó obedecer a Dios y huyo en dirección contraria. Ahora debemos preguntarnos: ¿cómo se aplica esto a nuestra vida hoy en día?

La realidad es que lo que hizo Jonás en este instante no es muy diferente a lo que la mayoría de los creyentes de hoy hacen con frecuencia. ¿Qué hizo Jonás y qué hace el pueblo de Dios de hoy con frecuencia? Jonás corrió en dirección opuesta a donde Dios le había llamado, (la ciudad de Nínive estaba al este de donde se encontraba Jonás, él se fue en dirección oeste a Jope). Y esto es exactamente lo que la gran mayoría del pueblo de Dios de hoy hace; la mayoría del pueblo de Dios de hoy corre en dirección opuesta a su llamado.

Jonás corrió de su llamado porque él no podía perdonar en su corazón a estas personas por lo que habían hecho en el pasado. Pero cuando examinamos esto bien de cerca, no es difícil encontrar que lo que sucedió con Jonás no es muy diferente a lo que nos pasa a muchos de nosotros hoy en día. Digo esto porque todo creyente está llamado a proclamar el evangelio y plan de salvación al mundo (esto es la voluntad de Dios para con nosotros), pero en la mayoría de los casos nuestro propio temor, prejuicios y odio nos detienen de hacer la voluntad de Dios.

Todos fuimos llamados a dejar nuestra ciudad, es decir nuestra zona de seguridad y confort, y a entrar en Nínive (el mundo lleno de maldad). Pero lo que sucede con frecuencia es que nosotros tratamos de ignorar lo que Dios manda. Al igual que Jonás tratamos de huir y escaparnos; no queremos hacer la voluntad de Dios. Lo más cómico del caso es que siempre pensamos que tenemos una buena excusa que podemos usar para negar hacer la voluntad de Dios. Pero la verdad de todo es que no tenemos excusa alguna. No existe excusa alguna por la que no podamos cumplir con lo que Dios nos manda; no existe excusa sino una razón, y esta razón es que Dios no ocupa el primer lugar en nuestra vida. Esto es algo que sucede con frecuencia porque existen muchos que piensan que Dios es muy estricto, o que demanda mucho de nosotros. Pero ahora pregunto: ¿cuánto ha hecho Dios por nosotros?

En Juan 3:16 encontramos lo que Dios ha hecho por toda persona que habita en este planeta cuando leemos: “…Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna…” Ahora pregunto: ¿quién aquí está dispuesto a entregar a su hijo para que sea azotado, torturado, y crucificado para salvar a otra persona aquí en este templo? No creo que exista una persona en este lugar dispuesto a hacer esto, sin embargo, Dios no titubeo en hacerlo. Dios entrego a su hijo unigénito para que muriese por nuestros pecados. Jesucristo fue el sacrifico perfecto para que pudiéramos obtener la redención y salvación. Comparado con esto, ¿es entonces demasiado lo que Dios pide de nosotros? Les dejo esa pregunta para que cada uno se la conteste a sí mismo.

Como podemos ver, Jonás llego a Jope y procedió a comprarse un pasaje en el primer barco que estaba a punto de partir; seguramente pensó que porque se iba lejos Dios no le encontraría, pero se equivoco grandemente. Una vez en el barco procedió a ponerse cómodo y cómo podemos leer, se quedo dormido. Fíjense bien como esto es algo que queda bien declarado después que se produjo la gran tormenta en la mar, y cuando todos abordo pensaban que el barco se hundiría según encontramos en Jonás 1:6 cuando leemos: “…Y el patrón de la nave se le acercó y le dijo: ¿Qué tienes, dormilón? Levántate, y clama a tu Dios; quizá él tendrá compasión de nosotros, y no pereceremos…” Para que Jonás estuviese dormido tan profundamente en un tiempo como este me imagino que debió haber estado extremadamente cómodo, puesto que los barcos de ese entonces no tenían todos los lujos que tienen los barcos hoy en día. ¿Les está comenzando a sonar conocido esto? Hermanos al igual que Jonás, la gran mayoría de los creyentes de hoy están constantemente huyendo de lo que Dios nos ha encargado hacer.

Estamos cómodos en saber que somos salvos, estamos cómodos en asistir a la iglesia una vez por semana, o cuando nos acordamos de Dios, o nos sobra el tiempo. En otras palabras nos acomodamos en nuestras opiniones de tal manera que nos quedamos completamente dormidos en cuanto a cumplir con lo que Dios nos ha encomendado. Entonces, como en el caso de Jonás, las tormentas empiezan sacudir nuestra zona de comodidad. Empezamos a tener dificultades y problemas, y aunque tratemos de evitarlo, las tormentas que surgen en nuestra vida en casi toda ocasión también afectan la vida de los que nos rodean. Y una vez que esto sucede entonces todos comenzamos a hacer como los marineros en estos pasajes; todos comenzamos a hacernos esa pregunta: “¿por qué a mí?” Estoy casi seguro que toda persona en este lugar en algún punto de su vida ha dicho: “¿por qué permite Dios que me sucedan estas cosas?”

Esto mismo fue lo que le estaba pasando a Jonás; fíjense bien como esto es algo que queda bien reflejado en Jonás 1:7-8 cuando leemos: “…Y dijeron cada uno a su compañero: Venid y echemos suertes, para que sepamos por causa de quién nos ha venido este mal. Y echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás. 8Entonces le dijeron ellos: Decláranos ahora por qué nos ha venido este mal. ¿Qué oficio tienes, y de dónde vienes? ¿Cuál es tu tierra, y de qué pueblo eres?..” Dile a la persona que tienes a tu lado: todos preguntaban ¿por qué?

Con frecuencia, muchos de nosotros nos hacemos esta pregunta cuando surgen tormentas en nuestra vida, y a pesar de que en la mayoría de los casos nosotros sabemos la respuesta, todos aquí podemos hacer por lo menos una docena de excusas para tratar de justificar nuestras acciones, y esto en todo caso siempre nos alejara más de la presencia de Dios. ¿Qué podemos hacer nosotros para evitar que esto suceda? Lo primero que tenemos que hacer es reconocer nuestros errores y faltas. Fíjense bien lo que aconteció a continuación para que entienda bien lo que les digo.

En Jonás 1:11-12 encontramos que se nos dice: “…Y le dijeron: ¿Qué haremos contigo para que el mar se nos aquiete? Porque el mar se iba embraveciendo más y más. 12El les respondió: Tomadme y echadme al mar, y el mar se os aquietará; porque yo sé que por mi causa ha venido esta gran tempestad sobre vosotros. …” Para evitar que seamos apartados de la voluntad de Dios tenemos que hacer como Jonás en este instante. Tenemos que dejar de hacer excusas y tomar responsabilidad por lo que sucede en nuestra vida. Dile a la persona que tienes a tu lado: deja de hacer excusas.

En este punto de nuestra historia, Jonás no trato de hacer más excusas. Él reconoció que él era el responsable por lo que estaba sucediendo a su alrededor. En muchas ocasiones nosotros hacemos lo mismo, reconocemos que estamos mal en algo, reconocemos que necesitamos ayuda, entonces buscamos la ayuda de los que nos rodean. Al igual que lo marineros en nuestra historia, (quienes hicieron todo lo humanamente posible para guiar el barco a un puerto seguro sin tener que tirar a Jonás al mar), los que nos aman y rodean tratan de hacer todo lo posible para guiarnos nuevamente a la presencia de Dios. Pero, sepamos que cuando existe una lección que debemos aprender, entonces Dios no nos permite escaparnos.

En el caso de Jonás ellos trataron de guiar el barco al puerto, pero Dios no lo permitió. Esto es algo que queda bien declarado en Jonás 1:13 cuando leemos: “…Sin embargo, en un intento por regresar a tierra firme, los marineros se pusieron a remar con todas sus fuerzas; pero como el mar se enfurecía más y más contra ellos, no lo consiguieron…” ¿Saben por qué sucedió esto? Esto sucedió porque Dios todavía no había acabado con la lección que Él tenía para Jonás. Él estaba a punto de enseñarle a Jonás una lección que nunca se le olvidaría. Jonás tenía que aprender el significado de la palabra compasión. Los marineros en nuestra historia demostraron más compasión de la que Jonás había demostrado. Digo esto porque aunque ellos sabían que Jonás era el responsable por lo que les estaba sucediendo, ellos demostraron gran compasión al tatar de guiar el barco a un puerto seguro en vez de simplemente tirar a Jonás a la mar. En otras palabras sus acciones demostraron mucha más compasión de la que demostró Jonás ya que él había se había negado a ir a la tierra de sus enemigos para llamarlos al arrepentimiento.

Según continuamos encontramos la parte de nuestra historia que muchos no pueden o encuentran difícil creer, y esto es que eventualmente ellos tiraron a Jonás de la barca y que un gran pez se lo trago. En realidad esto es algo que le sucede a muchos hoy en día. Digo esto porque podemos estar enfrentando grandes problemas o situaciones difíciles; en otras palabras confrontamos tormentas en nuestra vida, pero estamos tan cómodos y seguros en nuestra barca, (es decir nuestra propia opinión), que tratamos de pasar la tormenta perseverando fuera de la voluntad de Dios. Pero sepamos que cuando perseveramos en conducir nuestra vida fuera de la voluntad de Dios, al igual que sucedió en este instante con Jonás, la tormenta se intensificara. Sepamos que las personas que nos rodean eventualmente se cansaran y que eventualmente terminaremos siendo arrojados en la mar.

Ahora bien, hubiese sido bien fácil que Dios permitiera que Jonás se ahogara, pero este no sucedió así. Dios no permitió que Jonás se ahogara. Dios tenía más en reserva para él. Él tenía un gran pez que se lo trago y Jonás vivió en su vientre por tres días y tres noches. ¿Saben por qué sucedió esto? Cuando tomamos el tiempo de leer y estudiar el libro de Jonás desde el principio, la respuesta a nuestra pregunta salta de las páginas de la Biblia. Hermanos, durante todo esto que estaba aconteciendo Jonás no oro a Dios para pedirle que le guiara o para reconocer Su grandeza. No fue hasta que él se vio en la peor situación (vivo dentro el estomago del pez) que él oro a Dios (Jonás 2). ¿Por qué no permitió Dios que Jonás se ahogara? Dios no permitió que Jonás se ahogara porque Dios no quería que él se ahogara, Dios quería que Jonás orara.

Hermanos, al igual que Jonás, todos nosotros fuimos escogidos para llamar a un mundo perverso y corrupto al arrepentimiento. Al igual que Jonás tuvo que aprender una gran lección aquí, nosotros también tenemos una gran lección que aprender de estos acontecimientos.

Número uno; tenemos que aprender que las cosas de Dios no son para ignorarlas; que lo que Él nos ha llamado hacer no es un juego.

Número dos; tenemos que darnos cuenta que fuimos llamados a predicar el evangelio en todas las partes del mundo. Fuimos llamados a Su servicio, pero no como esclavos, sino como sus hijos. Él nos ha llamado a que le sirvamos y como hijos amadores de su padre debemos hacerlo sin titubear.

Número tres; tenemos que aprender que es tiempo de dejar de correr; recordemos que por mucho que corramos nunca nos podremos esconder de Dios. Pero si corremos, entonces debemos estar listos a pagar las consecuencias, porque correr puede ser que nos conduzca a encontrarnos en medio de una gran tormenta.

Para concluir. Jonás se dio cuenta que había actuado incorrectamente cuando trato de esconderse de Dios. El se arrepintió, y oro, y Dios lo saco del vientre del pez. Entonces Jonás hizo lo que Dios le había instruido, él le llevo el mensaje a la ciudad de Nínive.

Lo que sucedió a continuación es un milagro, porque la ciudad de Nínive se arrepintió y se volvieron de sus malos caminos. Esto es algo que queda bien resumido en Jonás 3:10 cuando leemos: “…Al ver Dios lo que hicieron, es decir, que se habían convertido de su mal camino, cambió de parecer y no llevó a cabo la destrucción que les había anunciado…” Dile a la persona que tienes a tu lado: el pueblo de Nínive se arrepintió.

Nosotros podemos desconocer la razón por la que Dios nos ha llamado; puede ser que no sepamos la razón por la que en ocasiones nos dirija a hacer algunas cosas, pero recordemos que Él si la sabe, y que esto es todo lo que realmente importa.

Como cristianos es hora de que aprendamos que no importa la distancia que podamos correr, Dios siempre estará presente. Como cristianos tenemos que obedecer la voluntad de Dios en todo momento, y reconocer que no existe ninguna excusa para no hacerlo. No hay excusa alguna que podamos usar para justificar poner las cosas de Dios en el último lugar de nuestra vida.

Al igual que Jonás aprendió en este instante la verdadera definición de la palabra compasión, nosotros también tenemos que aprenderla. Hermanos, si las personas que están en el mundo demuestran más compasión en situaciones difíciles que un creyente, entonces: ¿qué estamos diciendo de nuestro Dios?

Es hora de que nos unamos como el cuerpo de Cristo que somos y que hagamos Su voluntad. Es hora de levantarnos e ir a Nínive y cumplir con lo que Él nos ha encargado. Así que dile a la persona que tienes a tu lado: “Levántate y ve a Nínive.”

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